La plaza de Casilda, que en realidad son 4 plazas juntas (imaginate cuatro manzanas frescas, verdes, cada una circundada por antiguos árboles y cada manzana con su naturaleza particular). Una especie de remanso verde en un pueblo de edificación baja y no tantos árboles en las calles.
Frente a una de esas plazas y en lo que sería la calle principal, la Buenos Aires, la iglesia antigua y de inspiración románica, que como feligresa frecuenté hasta los 11 o los 12 años, cuando me dí cuenta de que era muy complicado estar en Estado de Gracia, y que eso era una especie de condena. De manera que para no darme más manija dejé de ir a la iglesia. Se darán cuenta a esta altura de la conversación que mis padres eran poco asiduos a la iglesia, sin embargo respetaban sus rituales posiblemente porque mi abuelita sí que era creyente. Y por supuesto la tía Clarita y la que era más religiosa y que había sido capitosta de la familia, la tía María, hermana del Nono, a quien la conocí ya de vieja y de la que yo percibía ya entonces que con la Nona se habían repartido las preferencias: a la Nona le apasionaba mi hermano, y yo era la preferida de la tía María. Pero eso no era exactamente lo que yo deseaba, ya que a mí me gustaba mucho más la Nona. Me intimidaba la tía María con su vestido oscuro largo y sus santos y su habitación misteriosa perpetuamente cerrada. Habían existido otros hermanos de mi abuelo que yo no conocí, cuando aún el Café Central Canoso Hnos funcionaba a pleno: el tío Cayetano que, como la tía María, murió soltero, y la tía Rosa, que desde que tuve uso de razón era una viejita fuera de este cuadro familiar, ya que se había casado y a su vez fundado su familia, cuyas nietas, aparte de ser primas mías segundas, eran mis amigas. Debo decir aquí, como lo diré seguramente en otros momentos, que mi bisabuelo vino desde un pueblito cerca de Verona con su mujer y los hijos chicos. Este bisabuelo Canoso, que creo que se llamaba Giovanni Battista, era ebanista y fue quien labró o talló las perdurables puertas de madera de la iglesia. Ese viaje a Casilda lo hicimos con tres de mis hijos manejando el mayor. El otro día hablábamos de este viaje, y de que, de pronto, me había dormido en el trayecto, y que cuando desperté no podía creer en qué breve tiempo habíamos recorrido la distancia, que no era poca. Fue en invierno y ya francamente no me acuerdo para qué habíamos ido, seguramente a visitar a la tía Clarita. Estas fotos son testigo de que esa tarde desde Casilda remontamos ese camino que yo había transitado tantas veces con mi madre y con mi hermano y que, de a poco, fue generando esos poemas del Carcaraña que también andan por este blog. Son fotos hermosas, tomadas en la década del 80 por mi querido hijo mayor, fotos que reflejan el alma de lo que significa ese paisaje para mí, paisaje que está repartido en toda mi obra escrita y también en la que imagino que algún día voy a seguir escribiendo. Como dije, hicimos este viaje los tres chicos y yo: los dos mayores y Ernesto, el pequeñin, entonces, que anda también por estas páginas con su violin en alguna de las fotos.
Volví varias veces a Casilda, pero algunas de ellas muy fugazmente y yendo con Dinorah a visitar a la tía, que cada vez estaba más viejita y sumida en la irrealidad. La tía Clarita había sido también maestra, muy querida por sus alumnos, excéntrica en su forma de encarar la vida. Ella había trazado una línea entre los casados y los solteros, y se consideraba como que no había tenido suerte, porque pretendientes no le habían faltado. Por lo tanto protestaba de la vida en forma de algo así como la inacción.
Debo decir que Dinorah era una de las nietas de la tía Rosa. Me llevaba unos cuantos años y fuimos muy amigas cuando ya éramos grandes. Dinorah fue como una estrella para quienes la conocimos, y ahora debe estar brillando por allá arriba. Había engordado, pero era hermosa, con la cara parecida a la de Esther Williams en su mejor momento.
1 comentario:
Marily, me sucede algo lindo al leerte.
Parece que camino al lado de tus textos, una caminata en paralelo desde la primera palabra hasta la última. Voy a realizar un dibujo de la secuencia que experimento al leer tus entradas de recuerdos, imaginate una persona que baja por cada renglón...
un beso
gracias
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