He salido a hacer las compras, y mientras estoy entre las mandarinas y los coliflores pienso. Luego regreso a casa pasando por la panadería, y una vez organizada la comida y todo en marcha vuelvo a mi máquina. Me quedé pensando en el email de Leti, o Chopi, según quién la nombre. Para mí es Leti, una amiga muy joven, una MINA SABIA joven, porque las hay jóvenes, con quien compartimos un tiempo el espacio de trabajo que quedaba arriba de un club de jubilados en el barrio Kennedy, coordinadas por la querida Mabel. Una especie de barrio cerrado de naturaleza democrática, que creo se había construído en la época de Frondizi.
Leti hacía lo suyo y yo lo mío, pero charlábamos mucho entre tiempos. Así le conté un día que el Tito, mi hijo menor, que tocaba otro instrumento, estaba por empezar violin. Leti se acordará de cuánto tiempo hace. Fue instantáneo que Leti me dice: Que Tito todavía no se compre el violin, yo le presto el mío, que ahora no estoy tocando. Creo que Leti había estudiado con López Furst, nada menos, en ese momento estaba concentrada en sus vicicitudes y en la crianza de sus dos hermosas nenas, o todavía la más chiquita no había nacido. Tito empezó con ese violin, gesto que nunca olvidamos y que en este Blog resalto, porque ¿quién te presta un instrumento tan frágil, así, porque sí, por amistad?
Tito empezó a progresar en sus estudios, pasó por la escuela de Avellaneda y por maestros fundamentales, actualmente toca en ColorTango y en otros grupos. Con esta entrada al Blog quiero agradecerte, Leti.