Hace un momento quité la foto (que no tenía mérito porque era sacada de Internet) de la receta de la Isla Flotante, que encontrarás en la siguiente página de este Blog. Qué lío, esto de escribir para atrás. Esa receta era la de mi mamá.
Maniobraba mi madre en la cocina, que está a desnivel, y luego aparecía con todo sincronizado: el Savarin de merengue italiano, y el sambayón que batía a último momento en unas ollitas de vidrio pyrex especiales, una dentro de otra, al baño María, y nos deslumbraba con ese postre que creo fue el summum de su actividad culinaria. Mis hijos siempre creyeron que la abuela todos los días de la semana cocinaba así, pero ese era su lucimiento de domingo. Creo recordar que su secreto era que ella iba preparando las cosas durante la semana, ojalá hubiera yo heredado su capacidad para planificar o llegar a la mesa con todo sincronizado, pero no.
De una de sus hermanas, la tía Elsa, recuerdo fundamentalmente dos habilidades, es decir: tres. La tía Elsa pasaba de la cocina al bordado en punto cruz, cuadros ya diseñados de antemano que eran copias de pinturas famosas vertidas a ese sistema de cuadraditos uno de cada color, patrones que cada tanto mi tía Fulvia le mandaba de Londres, considerando que la tía Elsa estaba varada, como tantas mujeres de la edad de la sabiduría, cuidando a mi tío Abel.
No tengo las recetas pero sí el recuerdo que te cuento: yemitas glaceadas por afuera y adentro que vos mordías y cedía un relleno de yema de huevo que a la vez parecía mazapán. Yo qué sé... Yemitas que colocaba profesionalmente en sus pirotines (argot que manejamos las MINAS SABIAS) para regalártelas. De la torta galesa ni te cuento. Por ahí tengo la receta que rescataré para este Blog.
Los bordados de la tía Elsa combinaban la reproducción de obras famosas del arte universal, con lo utilitario: fundas para almohadones o tapices que te los entregaba ya terminados como estandartes, con sus maderitas torneadas y sus remates, obras realizadas con la pasión de hacer un vuelo con las manos.
Eso era muy de mi infancia y de nuestras pequeñas ciudades. Hacer cosas a la perfección. Si hasta creo que la banqueta de mi piano, el que fuera de la tía Iris, ya lo conté, la banqueta, decía, que parece medioeval y es de madera tallada, creo que la hizo Elsa en la escuela de manualidades donde tomó cursos complementarios a su título de maestra.
Ya te seguiré contando.
lunes, 11 de mayo de 2009
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