sábado, 11 de abril de 2009

Colaboración de IRMA VEROLÍN

Querida Marily, ahí va el texto, salió eso. Besos Irma

A ver, vayamos por partes, como dijo el descuartizador. “Minas”: “Mina” me introduce de inmediato en el argot porteño: nuestro lunfardo. Y de ahí al tango hay sólo un desliz. “Mina que fue en otro tiempo la más papa milonguera y en esas noches tangueras fue la reina del festín…” sabores de mi antiguo barrio de Floresta y el no menos antiguo aunque ahora disfrazado de moderno, mi actual Villa Urquiza. Yo soy una mina tanguera, no cabe duda. Me gusta la intensidad del tango, me gustan las historias que cuenta el tango porque son literarias hasta el último rincón de sus vocales. Ahora, si vamos a lo de “sabias” ahí la cosa se pone más peliaguda. Digamos las cosas como son: Una se esfuerza arduamente por alcanzar la sabiduría, sobre todo a medida que van pasando los años y no hay mucho más que mostrar, sin embargo si la vida no nos sorprende, más que sabias nos convertimos en acartonadas ¿no? Una pretende poner ese gesto hondo cuando le preguntan algo para que se note que no se anda por la vida raspando superficies…
Claro que “minas sabias” así, todo junto, acá en Buenos Aires sabemos muy bien lo que significa. Significa mujeres que no vivieron al cuete, que se hacen cargo de su historia y de sus circunstancias, que no andan quejándose por los rincones al divino pedo (perdón por la palabreja) y que esperan seguir tomando la vida como lo que es: un gran desafío que nos divierte y nos conmueve. Y bueno, a mí me gustaría que me consideraran una mina sabia. Pero eso, desde ya, lo deben decir los otros y no yo. Y aquí estamos, en esta publicación de Marily Canoso, rejuntándonos todas que para algo Dios nos echó al mundo.

IRMA VEROLÍN

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