viernes, 10 de abril de 2009

Carta acerca de los duendes de jardín


Querida Irma:
Cuando me escribis, si puedo, como en este caso, te contesto como si hubiera recibido una carta de ultramar, de esas que me llegaban a Londres cuando tenía 20 años y venían en papel manteca, con letra apretadita para poder comunicar lo más posible. Esta acción me parece equivalente. De ese viaje que duró un año te voy a contar 2 cosas:
Mi tía Fulvia era vidente aunque relativizara sus poderes, leía la borra del té y precisamente una vez me vaticinó que me iban a llegar juntas tres o cuatro cartas. Allí llegaron al día siguiente de mano del cartero.
La otra cuestión es que muy amigas de mi tía eran Elsa y Helena, dos hermanas solteras que trabajaban en sendas reparticiones argentinas, ya son bastante grandes pero muy bien llevadas y me visitan cuando vienen cada año, de a una por vez.
La otra siempre se quedaba cuidando a Mamita, que aunque muy anciana estaba, parece que, perfecta. En esos viajes en auto que duraban 3 días, una vez por la campiña de Inglaterra, otra por Gales, también llevábamos al Chiche, un perrito muy viejo y sordo que era como un hijo.
Mi tía Iris llegó durante el último período de mi estada allí, por 3 meses, y el viaje por la campiña lo hicimos también con ella. Nosotras y el Chiche bajábamos a ver las maravillas y la tía Iris se quedaba con Mamita en el auto, llovía finito todo el tiempo. Mi tía Iris (la dueña de mi piano que no sé si lo conocés), te decía, mi tía Iris se quedó con ella, y Mamita le contó acerca de los personajes o duendecitos o figuritas benéficas que ella veía, animadas, vivas, en su jardín. Algo fue contado también por ella a mi tía Fulvia en otra oportunidad, nunca a sus hijas. Imaginate que mi tía Iris tan, pero tan pragmática, tomó eso como un delirio. Pero yo siempre lo creí, y aunque fui a esa casa no recuerdo haber ido al jardín de atrás de la casa. Ella lo contaba sólo como confidencia y como te decía, jamás a sus hijas. Nunca se supo que esta señora padeciera de ningún problema de nada. Una salud de hierro. Murió casi de la edad de tu abuela.
Un beso,
Marily

1 comentario:

Marikena dijo...

Yo creo que es verdad lo de los enanos de jardín, se hacen pasar por yeso pero en realidad se mueven. Raro que la tía Lluvia no lo anticipara en sus vaticinios.